INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE CHIAPAS
SISTEMA EDUCATIVO "SALAZAR NARVAEZ"
CLAVE: 07PSU0002D
ENSAYO
MUERTE DIGNA
MAESTRÍA EN ADMINISTRACIÓN DE LA SALUD
P R E S E N T A:
María Eugenia Hernández Rosales
María Isabel Núñez Chambe
Leticia Candelaria Sánchez Culebro
TUXTLA GUTIERREZ, CHIAPAS MAYO 20 DEL 2011
INTRODUCCIÓN
"Una de las funciones más nobles de la razón consiste en saber si es o no, tiempo de irse de este mundo". (Marco Aurelio, Libro III)
En el presente ensayo sobre la muerte digna, se trata de exponer los diferentes argumentos a favor o en contra de esta, consideradas como dignas o indignas de los seres humanos, con los juicios y las acciones como respetuosos con la dignidad de ellos, sin necesidad de apelar a convicciones religiosas, políticas o ideológicas que tenga cada uno, por que esto es tan inevitable como necesario en una sociedad tan pluralista como la nuestra. Lograr este reto tan difícil solo puede ser el acuerdo, el consenso dialógico en torno tanto a los principios éticos básicos como en torno a los procedimientos de decisión.
Primeramente se da una breve explicación de su significado, para después explicar por qué se debe o no morir dignamente. Se dan también definiciones o comentarios de personas que han hecho alusiones al respecto. Elegí hablar de la MUERTE DIGNA (EUTANASIA) ya que es un tema actual que ha causado mucha controversia y prejuicios a nivel mundial.
Hay quienes apoyan a la práctica de la eutanasia ya que consideran que todo ser humano, tiene el derecho a que se le reconozca la posibilidad de disponer de su propia vida en situaciones especiales simplemente por la dignidad que éste puede tener, el reconocerle a un ser humano la posibilidad de definir que hacer con su vida es respetar la humanidad del otro (su humanidad), es el respeto de la libertad y de la vida propia, y esto nos ayuda a definir lo que es una vida digna, se puede argumentar desde este punto de vista, de la dignidad humana, la exigencia de instaurar la eutanasia (bajo ciertas condiciones) como una lucha por el reconocimiento del derecho a la muerte digna, entendiendo por muerte indigna aquella que prolonga inmisericordemente la vida por medios artificiales, en la que la vida se escapa lentamente y se da un apego puramente al cuerpo físico. Por otro lado hay quienes lo rechazan por considerarlo que no somos nadie para impedir la prolongación de la vida, que se debe luchar por ella hasta el último momento, en apego a la posibilidad de un diagnóstico equivocado, una decisión rápida, etc.
DESARROLLO DEL TEMA
El principal derecho que tiene todo ser humano es el de la vida, pero cuando esta se ve gravemente afectada por unas condiciones de salud lamentables y horribles, que llevan a quien las padece a verse en una situación de cuidados intensivos, de la cual no se sabe si saldrá, donde su existencia está en la cuerda floja, donde puede existir una salida irreversible, donde la existencia dependerá en el futuro de medios extraordinarios, conectado a máquinas como el respirador artificial, cabe preguntarse si se está cuidando la vida o prolongando la agonía que nos puede llevar a la muerte. En un momento así por que no pensar en la EUTANASIA muerte. Por lo que significa: buena muerte, dulce y libre de sufrimientos.
La palabra eutanasia viene del griego: eu = bueno, thanatos = muerte. "Buena muerte" término que ha evolucionado y actualmente hace referencia al acto de acabar con la vida de otra persona, a petición suya, con el fin de minimizar su sufrimiento. La empleó por primera vez Francisco Bacon en el siglo XVII.
Para poder desarrollar apropiadamente el tema, es necesario conceptuar desde un principio los siguientes términos: Muerte y Dignidad.
La muerte es la terminación de la vida, la desaparición física del escenario terrenal donde hemos venido actuando y viene a ser, por lo tanto, él último e inevitable acto de nuestra existencia. Sencillamente, es él precio usual que pagamos por haber vivido. Es que como dijera el famoso anatomista francés Xavier Bichat "la vida no es otra cosa que el conjunto de funciones que resisten a la muerte". Resistencia que irremediablemente es vulnerable, es decir tiene un límite.
La vida, por otro lado, nos pertenece; es algo personal e intransferible. De igual manera la muerte es también algo personal e intransferible. Por eso realmente creo que puede afirmarse con propiedad que el individuo muere su propia vida y vive su propia muerte.
Los seres humanos transitan sus propias vidas alentados o estimulados por pequeñas o grandes aspiraciones, que algunos llaman los "acicates", es decir los incentivos para vivir. Pero de estos los que menos desea cualquier individuo son: la miseria y el dolor. El hecho de aspirar a no vernos colocados en circunstancias que inspiren lástima y compasión ante los ojos de los demás, establece una actitud frente a la vida, a la que se le llama dignidad.
Dignidad es un comportamiento con gravedad y decoro, una "cualidad que enriquece o mantiene la propia estima y la de los demás". Si en verdad nos estimamos a nosotros mismos no iremos a aspirar jamás a que se nos compadezca por nuestro estado de miseria y de dolor. Es así que tenemos el derecho de vivir con dignidad y por lo tanto se asume que también tenemos el derecho de morir con dignidad.
La muerte de Sócrates, tal como la describe Platón en Faidón y Alain de Botton en Las consolaciones de la Filosofía, es él más precioso ejemplo de muerte con dignidad. El filósofo Sócrates, modelo de templanza y de moralidad, poco antes de emprender el viaje sin retorno creyó prudente ir a bañarse para evitar con ello que las mujeres como era costumbre, tuvieran, luego de muerto, que lavar su cadáver. Una vez limpio bebió el veneno, hasta la última gota, y cuando sintió sus piernas ya pesadas, se acostó dignamente sobre sus espaldas sin quejarse ni mostrando sufrimiento alguno, si no al contrario él era la persona más optimista que se encontraba en ese lugar, ya que toda la demás gente sufría al saber que Sócrates iba a morir, con esto despertó la admiración de cuantos lo rodeaban.
En cambio, el gran poeta Porfirio Barba Jacob de miseria y de dolor, físico y moral, exclamó poco antes: "Presento disculpas por esta agonía tan poco gallarda" habiendo perdido su propia estima y la de los demás, no le restaba al célebre poeta sino ofrecer excusas por la muerte nada digna que estaba viviendo.
La eutanasia ha sido entendida como la ayuda a morir o la asistencia al suicidio de quien no puede hacerlo por sí mismo, es éticamente legítima. Existen dos clases de eutanasia la pasiva que consiste en dejar morir a la persona, suspender un tratamiento médico, o no mantenerla artificialmente con vida. Y también existe la eutanasia activa que consiste en hacer algo para que la persona muera, como la administración de un veneno o droga letal.
Todos los seres humanos tenemos el derecho a la libertad propia que implica la tolerancia, la aceptación de la libertad de los demás incluso cuando no nos gusta lo que hacen. Obligar a vivir en sufrimiento es peor que permitir morir en paz. Prohibir la eutanasia es legislar en contra del más débil, del que quiere morir pero no puede suicidarse, y provoca la continuación del sufrimiento. La penalización de está castiga severamente a quien hace un gran bien según la valoración subjetiva relevante de la persona que recibe el alivio de la muerte. Los que están en contra de la legalización de la eutanasia tal vez cambiarían de opinión si se vieran en una situación desesperada y necesitaran a alguien que les ayudara a morir. Participar en una eutanasia puede ser un acto de piedad.
Como ya se mencionó al inicio, la vida es un derecho, pero no un deber u obligación. Cada persona tiene derecho exclusivo a su vida porque ésta no puede traspasarse a ningún otro, pero puede disponer de ella y extinguirla según su voluntad. La vida no es un deber.
La práctica de la muerte digna ha sido tanto apoyada como rechazada desde los principios de la humanidad, ya que muchos consideran que es ponerse en el lugar de Dios, cuando no lo es ya que Dios nos dio la capacidad de disponer de lo que hacemos incluyendo nuestra vida, y si dicen que Dios quiere siempre lo mejor para nosotros no creo que quiera vernos en un estado de sufrimiento deplorable.
A la vez ha habido muchas personas que han apoyado esta práctica utilizando diversos argumentos que se consideran muy válidos.
Los estoicos, (Séneca, Epícteto y Marco Aurelio) ven la muerte digna así:
Séneca dice que: "Es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento".
Epícteto predica la muerte como una afirmación de la libre voluntad. Es decir la vida así no tiene rumbo alguno y solo provoca sufrimiento tanto para el enfermo como para los familiares de él, por lo que el enfermo tiene el derecho a decidir. También ha sido apoyada por Platón ya que él dice que "es mejor dejar morir a quienes no sean sanos de cuerpo". Aunque creo que esto no se aplica en general, ya que hay mucha gente que puede no estar totalmente sana pero que es útil y feliz como esta.
Ahora bien los utilitaristas dicen que cualquier acción moralmente buena cuando produce mayores beneficios que perjuicios y un mejor balance de buenas consecuencias respecto de cualquier otra acción alternativa.
Bentham identifica el "bien" en cuestión con el placer o la felicidad, y el mal con el dolor o la infelicidad. Por lo tanto los utilitaristas apoyan "El mayor bien para el mayor número". Creo definitivamente que no causara mayor bien tener a una persona agonizando, que a una persona muerta que murió en un buen estado, sin sufrir mucho y en una forma digna. Dicen los utilitaristas que el mayor bien para el mayor numero, entonces considero que habrá mayor bien y felicidad tanto para el enfermo como para su familia si se le ayuda a morir en una forma digna, y habrá un mayor mal y dolor si le ayuda a prolongar el sufrimiento. Por lo tanto la eutanasia es buena, dados los dolores que se le quitan a quien los está sufriendo, se disminuyen los daños a la sociedad y se termina con una "carga" para la familia. Quien se retira de la vida no le produce daño a la sociedad, a lo sumo deja de producirle un bien.
Otro defensor de la muerte digna es Tomas Moro, quien dice que: "Cuando a los males incurables se les añaden sufrimientos atroces, los magistrados y sacerdotes, se presentan al paciente para exhortarle y tratan de hacerle ver que está ya privado de los bienes y funciones vitales y puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar en aceptar la muerte, no debe dudar en liberarse a sí mismo o permitir que otros le liberen esto es, la muerte no le apartará de las dulzuras de la vida sino del suplicio y se realiza una obra piadosa y santa, este tipo de muerte se considera algo honorable".
Aunque mi postura es a favor de la práctica de la muerte digna también reconozco que existen varios motivos validos en contra de esta como que al aceptar la eutanasia es entregar la libertad y al mismo tiempo acabar con ella. Así como podrían aumentar el número de eliminaciones a débiles y personas subnormales si se aplica de una manera poco ética la eutanasia, así mismo, aumentarían las presiones sobre el ejecutante (médico) del acto por parte de la familia. Y también podrían existir homicidios con máscara de muerte digna para cobrar tal vez una herencia.
Como se ve, el mar de preguntas que nos arrastra aún es grande, sin embargo, ya existe una cierta conciencia en nuestro tiempo para que ella sea aceptada de alguna manera, los valores se han ido transformando poco a poco y ya se está llegando, a que algún día, no muy lejano, se apruebe el derecho a una muerte realmente justa. Los individuos están tomando más en serio su papel dentro de este momento histórico y se comienzan a preguntar sobre aspectos trascendentales en la existencia del ser.
Evidentemente, hay gente a favor de una cosa y gente a favor de otra. Me parece que el morir “dignamente” lleva muchos inconvenientes, como por ejemplo, ¿Se debe morir con dolor? ¿Deberíamos ayudar a alguien que quiere morir?, etc. Mi opinión es que sí que creo que se deba ayudar a no sentir dolor al morir, no estoy de acuerdo con vivir conectado a una máquina para poder hacerlo, pero tampoco morir con un dolor insoportable. Aquí entra en juego la eutanasia, que es la muerte a petición del enfermo, y que levanta una gran polémica: Hay gente que dice que sí, otra gente pone condiciones, la Iglesia se niega ya que argumenta que la vida no es algo de lo que seamos dueños y por lo tanto no podemos decidir sobre ello, es más la Iglesia actualmente la combate.
También hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad el suicidio está mal visto, luego ¿La eutanasia es un suicidio? Pues sí y no. Sí ya que uno mismo decide morir, no ya que las circunstancias son especiales. Pero ¿realmente queremos muerte digna? Yo creo que mucha gente que está a favor de ella se tendría que ver en la situación y antes de ponerse en contra tendrían que tener en cuenta que cada caso es distinto y peculiar; y también al revés, la gente que está a favor tiene que saber todos los casos, ya que creo que ninguno es igual a otro.
Los cuatro principios éticos básicos desde un punto de vista de la bioética y que marca con mucha precisión la muerte digna son los siguientes:
Principio de No-Maleficencia: Debe evitarse realizar daño físico, psíquico o moral a las personas. Para ello debe evitarse realizarles intervenciones diagnósticas o terapéuticas incorrectas o contraindicadas desde el punto de vista científico-técnico y clínico, inseguras o sin evidencia suficiente, y proteger su integridad física y su intimidad.
Principio de Justicia: Debe procurarse un reparto equitativo de los beneficios y las cargas, facilitando un acceso no discriminatorio, adecuado y suficiente de las personas a los recursos disponibles, y un uso eficiente de los mismos.
Principio de Autonomía: Debe respetarse que las personas gestionen su propia vida y tomen decisiones respecto a su salud y su enfermedad.
Principio de Beneficencia: Debe promocionarse el bienestar de las personas, procurando que realicen su propio proyecto de vida y felicidad en la medida de lo posible.
Una cuestión importante a tener en cuenta es que estos 4 principios no están situados todos en un mismo plano, sino en dos diferentes, aunque complementarios. Un primer plano lo marcan los principios de no-maleficencia y justicia, y tiene que ver con el marco estructural en el que tiene lugar la relación clínica. Tienen una dimensión básicamente pública. Establecen los límites entre lo que puede decidirse o no en el segundo plano. Así, lo primero que tienen que garantizar las organizaciones sanitarias y los profesionales es que la atención a los ciudadanos evite en lo posible el riesgo de producirles daño y ponga a su disposición los procedimientos y tecnologías más efectivas para la protección y promoción de la salud (Principio de No-Maleficiencia).
Lo segundo que tienen que asegurar es que la inversión de los recursos públicos en dichos procedimientos y tecnologías sea eficiente y que, una vez se han puesto a disposición de los ciudadanos, el acceso a ellos sea equitativo (Principio de Justicia).
En un plano diferente se encuentran las obligaciones nacidas del contenido de la relación clínica. Aquí el encuentro privado entre los profesionales y los pacientes permitirá concretar lo que se entienda por mejorar o cuidar la salud de las personas, y establecer, de entre las prácticas indicadas, las que se realizarán finalmente y las que no. El único límite que no puede sobrepasarse es el que establecen, en el plano anterior, la no-maleficencia y la justicia.
El profesional benefícienle aportará a la relación clínica sus conocimientos científico técnicos y su experiencia clínica con el objeto de ayudar al paciente a valorar entre las alternativas disponibles, estableciendo la indicación adecuada (Principio de Beneficencia).
El paciente autónomo aportará a la relación clínica sus valores, sus preferencias, sus creencias y su valoración subjetiva de su calidad de vida (Principio de Autonomía).
Por tanto, lo que llamamos “consentimiento informado”, la clave de las relaciones sanitarias modernas, no es más que el resultado de un proceso de deliberación acerca de las obligaciones éticas derivadas de la autonomía y la beneficencia, en un marco predeterminado por la no-maleficencia y la justicia. Una decisión clínica debe empezar siempre confrontándose con los principios del marco (no-maleficencia y justicia), y sólo si los supera debe ponderarse en función de los del contenido (autonomía y beneficencia).
Pero el juicio moral sobre la legitimidad ética de una determinada actuación no se hace sólo con principios. La complejidad de la vida real es tan enorme que con frecuencia ningún sistema de normas o principios éticos es capaz de dar respuesta adecuada a todas las situaciones.
A veces, paradójicamente, nos vemos obligados a justificar excepciones a los principios porque entendemos que una aplicación ciega de los mismos, desatendiendo a los contextos reales, puede ser más perjudicial que quebrantarlos. En tales casos optamos por el mal menor y justificamos excepciones.
Todo sistema de principios y normas lleva aparejado, inevitablemente, un elenco de excepciones. Esto no desautoriza los principios o normas, que siguen siendo válidas, pero las resitúa en una perspectiva humanizadora, siempre y cuando la justificación de la excepción sea correcta. Todo esto es clave para analizar la muerte digna desde el punto de vista de la bioética.
En contra de lo que durante mucho tiempo se ha dicho el principal problema ético de la eutanasia y el suicidio asistido no es si es o no aceptable que una persona quiera morir y solicite a otra que ponga fin a su vida. Aunque esto pueda plantear problemas desde el punto de vista de las morales religiosas, desde el punto de vista de la bioética civil es perfectamente legítimo, algo derivado del principio de autonomía. Dicha petición, para poder ser tenida en consideración sólo tiene que cumplir los requisitos que exigimos a las acciones autónomas: ser libre y voluntaria, ser informada y ser realizada en condiciones de capacidad. El problema viene después de que esa petición se ha formulado y consiste en determinar cuáles son las obligaciones de los demás, en concreto de los profesionales sanitarios respecto a esa petición. Es decir, la cuestión es si esta petición se configura como un derecho que genera un deber tanto en los profesionales, como en las instituciones sanitarias y en la sociedad en general.
Hasta ahora la respuesta mayoritaria ha sido que dicha petición no puede ser atendida porque quebranta otro principio ético fundamental, uno de los que establece el marco de legitimidad de toda actuación sanitaria: el principio de no-maleficencia. Los profesionales no pueden hacer cosas contrarias a la buena práctica clínica, por mucho que se lo pidan los pacientes. Y hasta ahora, en nuestro país y en la gran mayoría de los países, producir la muerte de los pacientes es algo considerado maleficente, una mala práctica clínica, algo contrario a la ética profesional y a la ética civil. Tanto es así que, como ya se ha dicho, estas conductas suelen estar sancionadas penalmente, tal y como sucede en nuestro país.
Pero eso no quiere decir que en el futuro las cosas no puedan ser distintas. Ya hemos señalado que muchas personas, grupos, etc. consideran que las actuaciones eutanásicas pueden ser compatibles con el respeto debido a la dignidad de los seres humanos. Eso precisa de dos vías de legitimación, distintas, pero que pueden ser complementarias: Una es reconsiderar la idea de que producir la muerte de los pacientes, con las condiciones que se han expuesto al definir el término eutanasia, es algo contrario al principio de no-maleficencia y que, por tanto, los profesionales sanitarios no pueden realizarlo. Esta reflexión exige un proceso sólido de maduración social acerca de cuáles son los contenidos que definen el rol de los profesionales sanitarios. Exige aceptar que, si bien el fin de estos profesionales es, de forma general, proteger la salud y la vida, a veces en determinadas situaciones esto puede llevar a los profesionales, paradójicamente, a producir la muerte del paciente. En el fondo esta es la reflexión que han hecho países como Holanda, Bélgica o Luxemburgo. Esta vía abre la puerta a procesos de legalización de esta práctica, tal y como ha sucedido en estos países. La otra vía es la de la excepción. Es decir, consiste en aceptar que, como norma general, forma parte del principio de no-maleficencia la prohibición de producir la muerte de los pacientes. Pero al mismo tiempo considerar que, en determinadas situaciones extremas, lo menos malo es quebrantar dicho principio y justificar una excepción. Esto exige definir con cuidado las situaciones concretas en que puede realizarse tal acción, y ser rigurosos en su aplicación para evitar abusos. Esta vía abre la puerta a procesos de despenalización, en los que la práctica de la eutanasia sigue siendo considerada delito, pero se acepta en determinados supuestos.
CONCLUSIÓN
Después de analizar el controversial tema llegó a la conclusión de que la vida es un fenómeno natural, y no un misterio trascendente ni un regalo de la divinidad como lo han hecho creer algunas religiones. La terminación de la vida puede suceder por algún accidente, por alguna enfermedad mortal, por agotamiento, o por la voluntad del mismo ser vivo. Si el hombre no decide el momento y las circunstancias de su muerte, entonces son el azar o las circunstancias incontrolables los que la determinan, y no una entidad divina imaginaria. Argumentar éticamente acerca de la vida supone estar vivo, pero no implica desear estar vivo. Una persona viva puede discutir con interés acerca de la vida porque desea obtener ayuda o permiso, para sí o para otra persona, para dejar de existir. Que no nos hayamos dado la vida a nosotros mismos no implica que no tengamos la potestad de quitárnosla. El ser humano es dueño pleno de su vida, no es un simple administrador, y no tiene que dar cuentas a nadie del uso que haga de ella.
El morir dignamente sería entonces el morir libre de dolor, con los analgésicos y tranquilizantes necesarios para el desasosiego y con el suministro de medicamentos que se requieran contra las incomodidades que se puedan presentar, eliminando en lo posible el sufrimiento de morir en vida. Aunque no solamente reduciendo el dolor, lo que vale es una vida con cierta autonomía y libertad. El morir dignamente es que se respete la dignidad del moribundo, hay casos en que el paciente anhela de alguna manera la muerte, pero por causa de la intromisión médica, protegida en un deber moral, el paciente debe soportar una degradación tan grande que no la iguala lo terrible que podría ser el camino hacia la muerte, destruyéndose la dignidad de la persona, por lo cual éstas medidas ya no conservan un ser humano. Lo que debe preservar el médico es al ser humano integral y no solamente una mera existencia vegetativa. En nuestra época actual, con intereses diferentes, con ritmos de vida distintos, con horizontes de vida mucho mayores, con una sociedad más evolucionada, con mayores avances tecnológicos ya podría pensarse en ir reconociendo la eutanasia.
También creo que se debe entender que la a eutanasia y el asesinato son esencialmente diferentes. La eutanasia no equivale a la eliminación de los ancianos inútiles o gravosos, de los disminuidos psíquicos y de los miembros indeseables de una sociedad. Legalizar la eutanasia no equivale a decidir quién puede vivir y quién no. Tener derecho a ayudar a alguien a morir según su voluntad no implica poder asesinarlo en contra de su voluntad. El miedo al peligro de los abusos, a que la legislación evolucione de tal modo que el médico pueda matar al paciente en contra de su voluntad, es equivalente a creer que legalizar las relaciones sexuales o la prostitución fuera a llevar a legalizar las violaciones. La confusión entre eutanasia y asesinato en algunos debates parece provocada a conciencia como distracción ante la falta de argumentos de los que la prohíben.
Además no se debe confundir a un médico y a un asesino. Ya que un asesino es un profesional que mata a una persona en contra de la voluntad de la víctima, y en la eutanasia la víctima desea morir. La profesión médica no tiene misiones inmutables fijadas por un juramento hipocrático, sino que tiene unos conocimientos que pueden ser útiles para otras personas: la mayoría de los pacientes quieren conservar la salud y seguir vivos, unos pocos quieren que les ayuden a morir de forma digna. No parece sensato temer a un médico porque haya ayudado a morir a otras personas. Los médicos siempre han tenido conocimientos que les dan poder para matar, pero que se legalice la eutanasia no implica que tengan más fácil el asesinato de sus pacientes.
Para finalizar este tema es importante que en nuestro país como es México, podría ser la muerte digna que causa menos perjuicios que de beneficios, debido a que no están dadas las condiciones de conciencia, de legislación, y de cubrimiento necesarias para que se pueda tener de alguna manera en cuenta en éste país pero actualmente ya se legalizó en Holanda y otros países en vía de desarrollo, esto podría ser un aliciente para que se legalice en un futuro en nuestro país.
FUENTES
1. Soberón, Guillermo; Feinholz, Dafna Muerte Dina una Oportunidad Real, Secretaría de Salud Comisión Nacional de Bioética, Primera Edición, México, 2008.
2. http://www.monografias.com/trabajos7/eutan/eutan.shtml.
3. http://www.juntadeandalucia.es/salud/sites/csalud/galerias/documentos/c_2_c_15_muerte_digna/cap4.pdf.
4. De Miguel Sánchez C, López Romero A. Eutanasia y Suicidio Asistido: donde estamos y hacia donde vamos (II). Med. paliativa.2007; 14:40-9.
5. Gracia D. Historia de la Eutanasia. En: Urraca S editor. Eutasia hoy: un debate abierto. Madrid: Noesis; 1996.p. 67-91.
6. Manual de publicación “APA” al alcance de todos. Ernesto I. Marín A. Ángel G. Rincón G. y Oscar A. Morales.
7. Torres, P.,M.E. (2000). La comprensión lectora desde la perspectiva andragogica (Versión electrónica). EDUCERE, 4(11), 171-179. Recuperado el 18 de marzo del 2003 en http://www.saber.ula.ve/educere/revista/.
8. Antología del Instituto Mexicano de Tanatología A.C.
9. AUDIVISUALES (PELICULA)
Mar Abierto
El jardinero fiel.
10.- DOCUMENTOS ELECTRONICOS.
Artículos en internet basado en fuentes impresas.